miércoles, 6 de abril de 2016

FINAL

(De mi libro "La ciudad pintada en la pared")

Aparece por la puerta del fondo. Se detiene un momento, vacilando antes de entrar. Todos se han vuelto hacia él. Lo miran. Finalmente avanza hasta el centro de la habitación.
Habla bien y sin prisa. Dice lo que tiene que decir. Hace las pausas necesarias.
Le contestan, le reprochan, le recriminan, le insultan.
Se defiende sin violentarse, aduce sus razones. Explica lo que ha sucedido. No está libre de culpa, pero no podía hacer otra cosa.
No les convence. Todos le hablan a la vez, le gritan, le amenazan. La discusión sigue creciendo hasta que el padre pega un puñetazo en la mesa y le manda callar.




La madre empieza a llorar y la hermana le coge por un brazo e intenta sacarlo de la habitación. Los otros hermanos le observan fríamente.Entonces el padre dice esas palabras que nunca deben decirse. Él lo mira apesadumbrado. Levanta las manos, unas manos bellas y expresivas, en señal de impotencia. Observo sus finas muñecas y un reluciente cronómetro en la izquierda. Con aire cansado deja caer los brazos y expone su último alegato.


 

Todos le vuelven la espalda. Él los mira a todos, uno por uno sin decir palabra. Sus ojos recorren luego toda la escena. Diría que, por un momento, se han detenido en mí. Pero creo que mira sin ver.
A pesar de todo, le sonrío con la esperanza de que comprenda que estoy de su parte. Él se dirige muy despacio hacia la puerta con un inconfundible ademán de derrota. Es el fin.
Mientras se aleja, pienso que yo hubiera podido salvarle. 
Estoy decidida. Mañana volveré y, cuando todos le vuelvan la espalda, le gritaré que abandone esa fantasía de dolor y huya conmigo a una realidad amable en la que nadie le reprochará nada.
Será divertido ver las caras asombradas de todos cuando baje del escenario y escape corriendo por el pasillo central del teatro de la mano de una espectadora anónima, cambiando el final de la historia, cambiando el final de la vida.


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